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Contra Natura. Def. Que va en contra de lo natural o de la naturaleza. Hace algunos meses que participé en un foro de transformación digital, un periodista me preguntó cuál es, en mi opinión, el mayor reto que las organizaciones deben superar para avanzar en la transformación digital. Mi respuesta fue: el reconocer que se trata primordialmente de cambiar la manera de pensar y de evolucionar la mentalidad de los ejecutivos de alta dirección.
En los tiempos actuales, los cambios, las evoluciones y las transformaciones llevan un ritmo de vértigo. Se requieren líderes que adopten una consciencia activa para la innovación y la creatividad, capaces de liderar el cambio, dirigir en el cambio y para conducir a sus empresas a la diferenciación competitiva en los mercados. Sin embargo, esto es verdaderamente complicado, porque va en contra de la naturaleza humana. Una buena parte de la dificultad radica en nuestra neurobiología funcional. Uno de los atributos con los que los humanos venimos “precargados” es la forma en que procesamos los estímulos y generamos respuestas a los mismos. Nuestro cerebro está conformado por billones de neuronas conectadas entre sí conformando trillones de puentes funcionales para recibir, procesar y responder a los estímulos que reciben nuestros sentidos. De esta manera, nuestra memoria registra experiencias que se convierten en aprendizajes y a su vez fortalecen las conexiones y rutas nerviosas que los conformaron. Esto determina nuestras respuestas y nuestros comportamientos ante estímulos similares. En relación directa: a mayor número de veces que exhibamos ciertos comportamientos, más automáticas y más rápidas serán nuestras respuestas. La naturaleza nos ha equipado con estos mecanismos protectores para no tener que procesar desde cero los estímulos y generar nuevas respuestas en cada ocasión. Aunque útiles para la supervivencia como especie, en el mundo ejecutivo esto se asocia a una pobre inteligencia emocional y a una dificultad para desarrollar un pensamiento creativo e innovador. Bradberry y Graves, en su libro Emotional Intelligence 2.0, establecen que sólo el 36% de las personas son conscientes de sus emociones. Esto significa que dos terceras partes de las respuestas de la población a los estímulos son controladas por sus emociones. En lo referente al terreno de la innovación y el cambio, estos mecanismos neurobiológicos condicionan en gran medida la complicación ejecutiva para la innovación y la creatividad. Nuestra naturaleza es dejar las cosas como están, con los mecanismos conocidos, respondiendo de manera cómoda a los retos de acuerdo a nuestras experiencias y aprendizajes adquiridos. Lo que también explica que sólo el 8% de los líderes de las empresas destacan tanto en estrategia como en ejecución (HBR, Digital Article, Nov. 2017). La buena noticia es que nuestro cerebro también tiene una funcionalidad conocida como neuroplasticidad. Esto significa que, a través de esfuerzos conscientes, podemos modificar el aprendizaje. Si nos permitimos el ingreso de nuevos estímulos o información, y lo procesamos fuera de las conexiones neuronales establecidas, tenemos la capacidad de vivir nuevas experiencias y descubrir un vasto universo de posibilidades.
De esta forma, transitando contra su propia naturaleza y a través de la consciencia activa, el ejecutivo puede superar esos procesos cognoscitivos para practicar la inteligencia emocional e instalar una mentalidad proclive a la creatividad e innovación que conduzcan a la exploración de nuevas ideas y conceptos. Sólo así podrá generar y liderar soluciones disruptivas que logren la diferenciación empresarial tan ansiada y, al mismo tiempo, tan huidiza. La consciencia activa nos exige: – Conocer nuestro funcionamiento natural por defecto. – Convencernos que tenemos la capacidad para provocar nuevas conexiones neuronales para, a su vez, condicionar nuevas respuestas y comportamientos. – Evitar el automatismo cerebral, tomando consciencia de lo que nuevos estímulos, conocimientos o ideas nos generan en el terreno cognoscitivo. – Exponernos a esas nuevas ideas escuchando activamente a nuestros consumidores, nuestros empleados y leyendo a los expertos, para conscientemente procesarlos fuera de las rutas neuronales establecidas. _____ Nota del editor: Horacio Garza Ghio es médico cirujano y desde el 2012 se desempeña como Director General del sistema de salud privado CHRISTUS MUGUERZA. Desde 2016 es miembro de la Mesa Directiva de la Asociación Nacional de Hospitales Privados. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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Contra Natura. Def. Que va en contra de lo natural o de la naturaleza. Hace algunos meses que participé en un foro de transformación digital, un periodista me preguntó cuál es, en mi opinión, el mayor reto que las organizaciones deben superar para avanzar en la transformación digital. Mi respuesta fue: el reconocer que se trata primordialmente de cambiar la manera de pensar y de evolucionar la mentalidad de los ejecutivos de alta dirección.
En los tiempos actuales, los cambios, las evoluciones y las transformaciones llevan un ritmo de vértigo. Se requieren líderes que adopten una consciencia activa para la innovación y la creatividad, capaces de liderar el cambio, dirigir en el cambio y para conducir a sus empresas a la diferenciación competitiva en los mercados. Sin embargo, esto es verdaderamente complicado, porque va en contra de la naturaleza humana. Una buena parte de la dificultad radica en nuestra neurobiología funcional. Uno de los atributos con los que los humanos venimos “precargados” es la forma en que procesamos los estímulos y generamos respuestas a los mismos. Nuestro cerebro está conformado por billones de neuronas conectadas entre sí conformando trillones de puentes funcionales para recibir, procesar y responder a los estímulos que reciben nuestros sentidos. De esta manera, nuestra memoria registra experiencias que se convierten en aprendizajes y a su vez fortalecen las conexiones y rutas nerviosas que los conformaron. Esto determina nuestras respuestas y nuestros comportamientos ante estímulos similares. En relación directa: a mayor número de veces que exhibamos ciertos comportamientos, más automáticas y más rápidas serán nuestras respuestas. La naturaleza nos ha equipado con estos mecanismos protectores para no tener que procesar desde cero los estímulos y generar nuevas respuestas en cada ocasión. Aunque útiles para la supervivencia como especie, en el mundo ejecutivo esto se asocia a una pobre inteligencia emocional y a una dificultad para desarrollar un pensamiento creativo e innovador. Bradberry y Graves, en su libro Emotional Intelligence 2.0, establecen que sólo el 36% de las personas son conscientes de sus emociones. Esto significa que dos terceras partes de las respuestas de la población a los estímulos son controladas por sus emociones. En lo referente al terreno de la innovación y el cambio, estos mecanismos neurobiológicos condicionan en gran medida la complicación ejecutiva para la innovación y la creatividad. Nuestra naturaleza es dejar las cosas como están, con los mecanismos conocidos, respondiendo de manera cómoda a los retos de acuerdo a nuestras experiencias y aprendizajes adquiridos. Lo que también explica que sólo el 8% de los líderes de las empresas destacan tanto en estrategia como en ejecución (HBR, Digital Article, Nov. 2017). La buena noticia es que nuestro cerebro también tiene una funcionalidad conocida como neuroplasticidad. Esto significa que, a través de esfuerzos conscientes, podemos modificar el aprendizaje. Si nos permitimos el ingreso de nuevos estímulos o información, y lo procesamos fuera de las conexiones neuronales establecidas, tenemos la capacidad de vivir nuevas experiencias y descubrir un vasto universo de posibilidades.
De esta forma, transitando contra su propia naturaleza y a través de la consciencia activa, el ejecutivo puede superar esos procesos cognoscitivos para practicar la inteligencia emocional e instalar una mentalidad proclive a la creatividad e innovación que conduzcan a la exploración de nuevas ideas y conceptos. Sólo así podrá generar y liderar soluciones disruptivas que logren la diferenciación empresarial tan ansiada y, al mismo tiempo, tan huidiza. La consciencia activa nos exige: – Conocer nuestro funcionamiento natural por defecto. – Convencernos que tenemos la capacidad para provocar nuevas conexiones neuronales para, a su vez, condicionar nuevas respuestas y comportamientos. – Evitar el automatismo cerebral, tomando consciencia de lo que nuevos estímulos, conocimientos o ideas nos generan en el terreno cognoscitivo. – Exponernos a esas nuevas ideas escuchando activamente a nuestros consumidores, nuestros empleados y leyendo a los expertos, para conscientemente procesarlos fuera de las rutas neuronales establecidas. _____ Nota del editor: Horacio Garza Ghio es médico cirujano y desde el 2012 se desempeña como Director General del sistema de salud privado CHRISTUS MUGUERZA. Desde 2016 es miembro de la Mesa Directiva de la Asociación Nacional de Hospitales Privados. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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