[CDATA[ doctype html>
Esto podría empezar con un “había una vez”, sin embargo, es todo, menos un cuento. En realidad, es una tragedia social que escribieron esos que se autonombran políticos de izquierda; líderes sindicales, y remedos de personas de estado. Es cierto que, durante décadas, malos administradores públicos, de quienes fuimos víctimas, “tomaron prestado” lo que se debía mantener intocado en fideicomisos, fondos y reservas encargados de custodiar el futuro de los mexicanos. Pero, hace 15 años, el saqueo se agravó, éste ha sido descarado y brutal.
Videgaray, al reformar las leyes del sector energía, que no energético, dado que éste es claramente incapaz de proveer el impulso vital requiere el país, hizo muchas promesas que hoy, queda claro, no sólo fueron incumplidas, sino que fueron dolosamente traicionadas. En los transitorios del muy mal redactado, y peor implementado, paquete de reformas a las industrias petrolera y eléctrica, que se aprobaran en el año 2013, el mediocre consultor metido a oscuro funcionario asumió el compromiso de solucionar el atraco que sus antecesores hicieron del FICOLAVI y de FOLPAPE, enormes fondos creados para soportar los enormes compromisos financieros del más costoso contrato colectivo del país. Sin embargo, todo el sexenio se encargó de cubrirse a sí mismo y a los suyos, armando el pacto y huida de los que hoy disfruta. Hay quienes dicen que el Grupo Tabasco está pasando penurias, pero lo real, es que, Altor, Casa de Bolsa, goza de cabal salud. Siendo así, no le faltará nada al veladamente enriquecido “académico”. Todo comenzó allá, a finales del siglo XX, cuando encontraron forma de clavarle a las administradoras de ahorros de los trabajadores petroleros instrumentos financieros que no valen ni el papel en el que están escritos. Destacan, por supuesto, los emitidos por los fondos carreteros, que bien sabían los funcionarios del gobierno encabezado por Ernesto Zedillo que nada valdrían al cabo de su gestión. Pensando que podría haber un levantamiento del otrora poderoso sindicato, ese equipo armó una tenebra para someterlo llegado el momento, la cual, fue conocida como el Pemexgate. En honor a la verdad, los líderes petroleros ya sabían que sus representados había sido timados, y que era cuestión de tiempo para que los fondos que respaldan lo ofrecido en el contrato colectivo se hiciera humo, pero estaban, y han estado, muy ocupados, en asuntos que realmente importan a estos. Desde hace al menos 25 años, los fondos petroleros vienen mostrando graves deficientes, dado que el gobierno no aportó las cantidades necesarias para mantenerles en condición viable, por lo que ahora, muy lejos están de representar activo alguno en favor de los trabajadores. Los cálculos actuariales que se hicieron a lo largo de un cuarto de siglo se mantuvieron ocultos a la base trabajadora, y fueron negociados, a cambio de esos impresentables “convenios administrativos”, con los que supuestamente se hiciera el pago de celebraciones, instalaciones y campos deportivos que nadie sabe con precisión dónde se encuentran. Al ser “arreglos paralelos”, los fondos respectivos nunca fueron a parar a las arcas de sus verdaderos dueños. En su oportunidad, los “líderes” del sindicato de la Comisión Federal de Electricidad cayeron en el juego de la creación de empresas subsidiarias, que se parece mucho al de “donde quedó la bolita”. Ahora, han caído, consciente o inconscientemente, en el de la reagrupación del conglomerado, encubriendo la forma poco seria con la que se desfondó todo el aparato que, algún día, respaldó el pago de pensiones y un número importante de prestaciones laborales. Hoy, no cuesta nada el seguir usando el mayor recurso burocrático, saliva, lo que se hace incrementando lo ofertado en negociaciones contractuales, desde luego, a sabiendas de que no hay forma de que ellas se honren, todo sea por patear el balón. Los del magisterio, por su parte, claramente aceptaron cheques sin fondos, ya intentarán cobrar, lo entregado en efe es lo único que verán. En el caso del Seguro Social, la ingeniería financiera, aunada a las dádivas, privilegios y buen trato que reciben los integrantes de los órganos tripartitas, han mantenido un espejismo actuarial que no pasa la prueba de la risa. Ese instituto vive ya en el deficiente contable, que es aún más grave que el que del servicio que se presta a la población, máxime en estos años, en los que el gobierno lo ha usado como tapete, para poner debajo adeudos que ha venido adquiriendo con incautos electorales que se suman -por la puerta de atrás- a los derecho- habientes. La creación de activos de difícil valuación ha preservado el mito de que el IMSS puede llegar más allá del 2030. Haciendo bien las sumas, hace años que está quebrado, todos los días cava un hoyo para tapar otro. Por si lo anterior no fuera grave, la desvergüenza y cinismo del tabasqueño encontró su límite, al ordenar al finado titular de las finanzas públicas que tomará dinero de los fondos de las fuerzas armadas, para seguir paliando las desvencijadas cuentas públicas, la cuales, ya no soportaban sus excesos, ocurrencias y desventurados programas sociales. Así es, fue criminal e inaceptable lo que los altos funcionarios pactaron con líderes sindicales a lo largo y ancho de la administración pública, pero la idea de poder llevar el cínico atraco a las fuerzas armadas fue, es, y será suicida. No se puede jugar, ni hacer creativos financiamientos del gasto corriente, con los haberes y pensiones de nuestros cuerpos armados. Hace bien la presidenta en no mirar hacia allá, ni pensar remotamente que puede disminuir o dejar de hacer en tiempo y forma las aportaciones a los fideicomisos, fondos y reservas que sustentan y dan base a nuestra seguridad nacional. La reflexión viene a colación, porque, aunque poco se sabe, es tiempo de ventilar ampliamente y de que se conozca la perniciosa y perversa intención que albergaba el tabasqueño en lo que no era bodega, sino reservorio de maldad. Al pintoresco, inexperto y frívolo personaje se le ocurrió la idea de encargarle, o peor aún, endorsarle, a las fuerzas armadas, el deber de acopiar recursos para acrecentar, mantener y preservar la propia seguridad social, a quien tiene la alta encomienda de vigilar y custodiar la seguridad nacional. No, no hay que permitir que se nos engañe, y no caigamos en el autoengaño, las fuerzas armadas no pidieron, ni mucho menos articularon la idea de hacerse cargo de aeropuertos, aerolíneas, trenes, carreteras u otras actividades que, por diseño y concepción, están llamados a perder dinero, ya que la misión de esos “proyectos” es colmar una necesidad comunitaria, y no el hacer negocio. Por tanto, esas actividades, su operación y viabilidad son y deben ser cargadas al presupuesto federal, y la captación de los recursos destinados a ello, al gobierno civil. Hoy están al frente de proyectos más que cuestionados, no por propia decisión, ni mucho menos por gusto, sino por una orden, recibida del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, la cual, fue pronta y correctamente acatada, llevando a la corporación castrense a ser centro o destino de injustos señalamientos y cuestionamientos, cuando no es, ni ha sido ella, la que desbordó el lindero de su noble misión. En el tono chillante y molesto que le caracteriza, el entonces titular del Ejecutivo Federal les dijo que habría mucho dinero en esas actividades, y que nada mejor que ponerles en manos de quienes gozan de la mejor calificación de la ciudadanía. Preparaba el terreno para irse sobre fideicomisos, fondos y reservas, en una deleznable segunda etapa de desaparición y distracción de activos nacionales, así como para disminuir las aportaciones regulares, ordinarias y anuales a los vehículos financieros, ello, para dilapidar en su infausta imagen; caprichos de corto plazo, y otras ocurrencias, lo que debía, y debe, custodiarse de manera seria y responsable. Hay que tener bien claro que el origen de la debatida incursión fue una orden del jefe máximo, dada a quien sólo observó lo que la disciplina militar manda. Tras la desaparición de los fideicomisos, fondos, reservas del Gobierno federal; de los impresentables acuerdos alcanzados, tanto con la dirigencia del IMSS, como con los sindicatos de Pemex, la CFE, así como el uso indiscriminado de las arcas públicas en asistencialismo electorero, el país afronta la insolvencia, el rebase de la capacidad de endeudamiento, así como múltiples reclamaciones nacionales e internacionales por impago a proveedores y contratistas. Son decenas de millones de personas las que se encuentran en riesgo de ser víctimas del usted perdone del gobierno y de los graduales incumplimientos de éste, como ya los son los becarios en el extranjero, los miembros del servicio exterior, y todos aquellos cuyos empleos fueron desaparecidos o entregados a los cuates en los últimos siete años. Sí, claro, no lo saben, pero son esos millones que acudieron a las urnas a entregar el futuro propio, el de sus hijos y nietos. Pronto se enterarán. En los próximos cuatro años estaremos los mexicanos muy ocupados buscando soluciones, salidas y alternativas. En todas las crisis, que ya son muchas, las ideas redentoras no han provenido del Gobierno federal, siempre han venido de verdaderos expertos que ninguna culpa tienen de la ineptitud, improvisación y cinismo de quienes aceptan puestos sin recato alguno. Sin embargo, no tengo duda de por dónde debemos empezar.
Hay que asegurar, en la medida de lo posible, el legítimo pago de remuneraciones y prestaciones, por lo que debemos administrar y hacer erogaciones de manera diligente. Hoy, no existe ningún activo en mayor riesgo, que la Reserva de Activos Internacionales del Banco de México, la cual, si bien es cierto dista mucho de la fantasiosa cifra que se divulga, es el caudal que ha sufrido menos el impacto de una gestión burocrática pródiga. Sí, a pesar de las peripecias para mantener un tipo de cambio, que se ajustaba solito por la estrategia instrumentada por la SEC para aminorar el peso de las importaciones al vecino país, ha quedado algún monto, al que no tardan en querer echarle el guante. Es evidente para todos que la llamada oposición no ha hecho nada, más allá del ridículo, pero, por primera vez, tiene la oportunidad de impulsar una reforma legislativa, y hasta constitucional, que sea provechosa a los mexicanos y no para repartirse el poder, puestos y partidas del presupuesto. Puede adelantarse a proponer que la reserva de Banxico, que se nos ha dicho es de todos los mexicanos, realmente lo sea, y sea intocable, a menos que se use para dar cumplimiento a los compromisos gubernamentales en materia laboral. O sea, dejar de poner en lo que, nombrando a bisoños integrantes de la Junta de Gobierno, se convirtió en caja chica, para hacer abonos en donde hace mucho tiempo dejo de hacerlo. Por razones profesionales, sé que no es lo técnicamente correcto, pero no estamos ya para exquisiteces. El uso indiscriminado, opaco y electorero de ese último recurso nacional está inminentemente amenazado, y, en cualquier momento, puede ser embolsado por quien sólo ha sabido gastar el dinero de los demás en todo tipo de abusos, excesos y tropelías. El tigre nunca ha estado amarrado, estuvo sedado con dadivas electoreras, pero el de Tepetitán dilapidó su sustento. Que nos quede claro, está próximo a despertar, y con mucha hambre. _____ Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
]]>
Esto podría empezar con un “había una vez”, sin embargo, es todo, menos un cuento. En realidad, es una tragedia social que escribieron esos que se autonombran políticos de izquierda; líderes sindicales, y remedos de personas de estado. Es cierto que, durante décadas, malos administradores públicos, de quienes fuimos víctimas, “tomaron prestado” lo que se debía mantener intocado en fideicomisos, fondos y reservas encargados de custodiar el futuro de los mexicanos. Pero, hace 15 años, el saqueo se agravó, éste ha sido descarado y brutal.
Videgaray, al reformar las leyes del sector energía, que no energético, dado que éste es claramente incapaz de proveer el impulso vital requiere el país, hizo muchas promesas que hoy, queda claro, no sólo fueron incumplidas, sino que fueron dolosamente traicionadas. En los transitorios del muy mal redactado, y peor implementado, paquete de reformas a las industrias petrolera y eléctrica, que se aprobaran en el año 2013, el mediocre consultor metido a oscuro funcionario asumió el compromiso de solucionar el atraco que sus antecesores hicieron del FICOLAVI y de FOLPAPE, enormes fondos creados para soportar los enormes compromisos financieros del más costoso contrato colectivo del país. Sin embargo, todo el sexenio se encargó de cubrirse a sí mismo y a los suyos, armando el pacto y huida de los que hoy disfruta. Hay quienes dicen que el Grupo Tabasco está pasando penurias, pero lo real, es que, Altor, Casa de Bolsa, goza de cabal salud. Siendo así, no le faltará nada al veladamente enriquecido “académico”. Todo comenzó allá, a finales del siglo XX, cuando encontraron forma de clavarle a las administradoras de ahorros de los trabajadores petroleros instrumentos financieros que no valen ni el papel en el que están escritos. Destacan, por supuesto, los emitidos por los fondos carreteros, que bien sabían los funcionarios del gobierno encabezado por Ernesto Zedillo que nada valdrían al cabo de su gestión. Pensando que podría haber un levantamiento del otrora poderoso sindicato, ese equipo armó una tenebra para someterlo llegado el momento, la cual, fue conocida como el Pemexgate. En honor a la verdad, los líderes petroleros ya sabían que sus representados había sido timados, y que era cuestión de tiempo para que los fondos que respaldan lo ofrecido en el contrato colectivo se hiciera humo, pero estaban, y han estado, muy ocupados, en asuntos que realmente importan a estos. Desde hace al menos 25 años, los fondos petroleros vienen mostrando graves deficientes, dado que el gobierno no aportó las cantidades necesarias para mantenerles en condición viable, por lo que ahora, muy lejos están de representar activo alguno en favor de los trabajadores. Los cálculos actuariales que se hicieron a lo largo de un cuarto de siglo se mantuvieron ocultos a la base trabajadora, y fueron negociados, a cambio de esos impresentables “convenios administrativos”, con los que supuestamente se hiciera el pago de celebraciones, instalaciones y campos deportivos que nadie sabe con precisión dónde se encuentran. Al ser “arreglos paralelos”, los fondos respectivos nunca fueron a parar a las arcas de sus verdaderos dueños. En su oportunidad, los “líderes” del sindicato de la Comisión Federal de Electricidad cayeron en el juego de la creación de empresas subsidiarias, que se parece mucho al de “donde quedó la bolita”. Ahora, han caído, consciente o inconscientemente, en el de la reagrupación del conglomerado, encubriendo la forma poco seria con la que se desfondó todo el aparato que, algún día, respaldó el pago de pensiones y un número importante de prestaciones laborales. Hoy, no cuesta nada el seguir usando el mayor recurso burocrático, saliva, lo que se hace incrementando lo ofertado en negociaciones contractuales, desde luego, a sabiendas de que no hay forma de que ellas se honren, todo sea por patear el balón. Los del magisterio, por su parte, claramente aceptaron cheques sin fondos, ya intentarán cobrar, lo entregado en efe es lo único que verán. En el caso del Seguro Social, la ingeniería financiera, aunada a las dádivas, privilegios y buen trato que reciben los integrantes de los órganos tripartitas, han mantenido un espejismo actuarial que no pasa la prueba de la risa. Ese instituto vive ya en el deficiente contable, que es aún más grave que el que del servicio que se presta a la población, máxime en estos años, en los que el gobierno lo ha usado como tapete, para poner debajo adeudos que ha venido adquiriendo con incautos electorales que se suman -por la puerta de atrás- a los derecho- habientes. La creación de activos de difícil valuación ha preservado el mito de que el IMSS puede llegar más allá del 2030. Haciendo bien las sumas, hace años que está quebrado, todos los días cava un hoyo para tapar otro. Por si lo anterior no fuera grave, la desvergüenza y cinismo del tabasqueño encontró su límite, al ordenar al finado titular de las finanzas públicas que tomará dinero de los fondos de las fuerzas armadas, para seguir paliando las desvencijadas cuentas públicas, la cuales, ya no soportaban sus excesos, ocurrencias y desventurados programas sociales. Así es, fue criminal e inaceptable lo que los altos funcionarios pactaron con líderes sindicales a lo largo y ancho de la administración pública, pero la idea de poder llevar el cínico atraco a las fuerzas armadas fue, es, y será suicida. No se puede jugar, ni hacer creativos financiamientos del gasto corriente, con los haberes y pensiones de nuestros cuerpos armados. Hace bien la presidenta en no mirar hacia allá, ni pensar remotamente que puede disminuir o dejar de hacer en tiempo y forma las aportaciones a los fideicomisos, fondos y reservas que sustentan y dan base a nuestra seguridad nacional. La reflexión viene a colación, porque, aunque poco se sabe, es tiempo de ventilar ampliamente y de que se conozca la perniciosa y perversa intención que albergaba el tabasqueño en lo que no era bodega, sino reservorio de maldad. Al pintoresco, inexperto y frívolo personaje se le ocurrió la idea de encargarle, o peor aún, endorsarle, a las fuerzas armadas, el deber de acopiar recursos para acrecentar, mantener y preservar la propia seguridad social, a quien tiene la alta encomienda de vigilar y custodiar la seguridad nacional. No, no hay que permitir que se nos engañe, y no caigamos en el autoengaño, las fuerzas armadas no pidieron, ni mucho menos articularon la idea de hacerse cargo de aeropuertos, aerolíneas, trenes, carreteras u otras actividades que, por diseño y concepción, están llamados a perder dinero, ya que la misión de esos “proyectos” es colmar una necesidad comunitaria, y no el hacer negocio. Por tanto, esas actividades, su operación y viabilidad son y deben ser cargadas al presupuesto federal, y la captación de los recursos destinados a ello, al gobierno civil. Hoy están al frente de proyectos más que cuestionados, no por propia decisión, ni mucho menos por gusto, sino por una orden, recibida del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, la cual, fue pronta y correctamente acatada, llevando a la corporación castrense a ser centro o destino de injustos señalamientos y cuestionamientos, cuando no es, ni ha sido ella, la que desbordó el lindero de su noble misión. En el tono chillante y molesto que le caracteriza, el entonces titular del Ejecutivo Federal les dijo que habría mucho dinero en esas actividades, y que nada mejor que ponerles en manos de quienes gozan de la mejor calificación de la ciudadanía. Preparaba el terreno para irse sobre fideicomisos, fondos y reservas, en una deleznable segunda etapa de desaparición y distracción de activos nacionales, así como para disminuir las aportaciones regulares, ordinarias y anuales a los vehículos financieros, ello, para dilapidar en su infausta imagen; caprichos de corto plazo, y otras ocurrencias, lo que debía, y debe, custodiarse de manera seria y responsable. Hay que tener bien claro que el origen de la debatida incursión fue una orden del jefe máximo, dada a quien sólo observó lo que la disciplina militar manda. Tras la desaparición de los fideicomisos, fondos, reservas del Gobierno federal; de los impresentables acuerdos alcanzados, tanto con la dirigencia del IMSS, como con los sindicatos de Pemex, la CFE, así como el uso indiscriminado de las arcas públicas en asistencialismo electorero, el país afronta la insolvencia, el rebase de la capacidad de endeudamiento, así como múltiples reclamaciones nacionales e internacionales por impago a proveedores y contratistas. Son decenas de millones de personas las que se encuentran en riesgo de ser víctimas del usted perdone del gobierno y de los graduales incumplimientos de éste, como ya los son los becarios en el extranjero, los miembros del servicio exterior, y todos aquellos cuyos empleos fueron desaparecidos o entregados a los cuates en los últimos siete años. Sí, claro, no lo saben, pero son esos millones que acudieron a las urnas a entregar el futuro propio, el de sus hijos y nietos. Pronto se enterarán. En los próximos cuatro años estaremos los mexicanos muy ocupados buscando soluciones, salidas y alternativas. En todas las crisis, que ya son muchas, las ideas redentoras no han provenido del Gobierno federal, siempre han venido de verdaderos expertos que ninguna culpa tienen de la ineptitud, improvisación y cinismo de quienes aceptan puestos sin recato alguno. Sin embargo, no tengo duda de por dónde debemos empezar.
Hay que asegurar, en la medida de lo posible, el legítimo pago de remuneraciones y prestaciones, por lo que debemos administrar y hacer erogaciones de manera diligente. Hoy, no existe ningún activo en mayor riesgo, que la Reserva de Activos Internacionales del Banco de México, la cual, si bien es cierto dista mucho de la fantasiosa cifra que se divulga, es el caudal que ha sufrido menos el impacto de una gestión burocrática pródiga. Sí, a pesar de las peripecias para mantener un tipo de cambio, que se ajustaba solito por la estrategia instrumentada por la SEC para aminorar el peso de las importaciones al vecino país, ha quedado algún monto, al que no tardan en querer echarle el guante. Es evidente para todos que la llamada oposición no ha hecho nada, más allá del ridículo, pero, por primera vez, tiene la oportunidad de impulsar una reforma legislativa, y hasta constitucional, que sea provechosa a los mexicanos y no para repartirse el poder, puestos y partidas del presupuesto. Puede adelantarse a proponer que la reserva de Banxico, que se nos ha dicho es de todos los mexicanos, realmente lo sea, y sea intocable, a menos que se use para dar cumplimiento a los compromisos gubernamentales en materia laboral. O sea, dejar de poner en lo que, nombrando a bisoños integrantes de la Junta de Gobierno, se convirtió en caja chica, para hacer abonos en donde hace mucho tiempo dejo de hacerlo. Por razones profesionales, sé que no es lo técnicamente correcto, pero no estamos ya para exquisiteces. El uso indiscriminado, opaco y electorero de ese último recurso nacional está inminentemente amenazado, y, en cualquier momento, puede ser embolsado por quien sólo ha sabido gastar el dinero de los demás en todo tipo de abusos, excesos y tropelías. El tigre nunca ha estado amarrado, estuvo sedado con dadivas electoreras, pero el de Tepetitán dilapidó su sustento. Que nos quede claro, está próximo a despertar, y con mucha hambre. _____ Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
]]>