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Comentaba hace algunos días con colegas analistas políticos y periodistas que todos nos sentimos cansados luego de tantos meses de campañas presidenciales, puesto que Morena inició, de manera informal, su proselitismo presidencial en 2021 con las famosas “corcholatas” y los partidos de oposición hicieron lo propio poco tiempo después. Muchos ciudadanos se sienten igual: agotados y hartos de las campañas presidenciales.
La trayectoria política de Modi no ha estado exenta de controversias, a lo largo de sus 10 años de mandato y pese a ser considerado como uno de los líderes más populares del mundo. Se le ha criticado por socavar los cimientos democráticos y fomentar el nacionalismo religioso que ha puesto al desnudo la política identitaria y el peligro a la libertad de culto. Por ejemplo, frente a la violencia contra los musulmanes durante los disturbios de Gujarat de 2002, siendo él gobernador, y la más reciente ley de Enmienda de Ciudadanía que facilita el derecho a solicitar la nacionalidad india a grupos de inmigrantes no musulmanes provenientes de Pakistán, Bangladesh y Afganistán. A ello se le suma un deterioro en la libertad de prensa y los derechos humanos reportada por organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras en casos de arresto, censura e intimidación a periodistas y activistas que critican al gobierno, frente a la apabullante cobertura mediática centrada en sus discursos, logros, y actividades para construir una imagen pública que resalta su liderazgo y conexión con el pueblo. Un culto a la personalidad que se deja ver con su rostro y nombre impreso en la constancia de vacunación contra el Covid, y hasta en la construcción del estadio de cricket más grande del mundo, precisamente en Gujarat. Aunque algunos sitúen su gestión económica con un crecimiento sostenido del 6-7% como su principal logro, simplificando el sistema tributario del país, y el impulso al emprendimiento, manufactura e inversión, las desigualdades siguen siendo marcadas: una cuarta parte de la población analfabeta y un 12% viviendo en pobreza extrema. Paralelo a ello, la política exterior de Modi ha sido una guía para conocer su ADN geopolítico, campo en el que ha proyectado al país como la quinta economía del mundo y un líder entre el Sur Global reclamando voz y mejor representatividad internacional mediante la intención de ampliar la conformación del Consejo de Seguridad de la ONU en el que India, Japón, Alemania, Brasil y otros jugadores africanos consigan un asiento permanente. Además de proyectar poderío nuclear, militar y aeroespacial, busca equilibrar su relación con las grandes potencias bajo una política de autonomía estratégica. Esto se refleja en su acercamiento a Estados Unidos en su afán por posicionarse como contrapeso a China en el Indo-Pacífico, a través del Diálogo del Cuadrilátero (QUAD), y en Medio Oriente y Europa por medio del corredor económico, IMEC. Mantiene un diálogo permanente de seguridad con Beijing en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para combatir el terrorismo, extremismo y separatismo; así como en su relación pragmática con Rusia al no haber condenado la invasión a Ucrania beneficiándose de compras de petróleo barato y armas en menor medida. Todo ello con base a compromisos bi-minilaterales, pero con un lente multipolar puesto en su afán de posicionar a la India como potencia global.
No debe entonces extrañarse el hábil uso de Modi de la política exterior, pero también del denominado Sharp Power, una herramienta manipulativa para penetrar el ecosistema informativo con fines políticos, según Joseph Nye. Inclusive, resuena su política hacia Israel, habiendo sido el primer mandatario que viajó a ese país (2017) para profundizar la cooperación militar geopolítica. Una relación que se dejó ver cuando Modi condenó los ataques terroristas del 7 de octubre por parte de Hamás, pero que a su vez refuerza la creación del Estado palestino y el cese de hostilidades. ____ Nota del editor: Rina Mussali es Analista internacional. Asesora de la Junta Directiva del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). Síguela en X como @RinaMussali. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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Comentaba hace algunos días con colegas analistas políticos y periodistas que todos nos sentimos cansados luego de tantos meses de campañas presidenciales, puesto que Morena inició, de manera informal, su proselitismo presidencial en 2021 con las famosas “corcholatas” y los partidos de oposición hicieron lo propio poco tiempo después. Muchos ciudadanos se sienten igual: agotados y hartos de las campañas presidenciales.
La trayectoria política de Modi no ha estado exenta de controversias, a lo largo de sus 10 años de mandato y pese a ser considerado como uno de los líderes más populares del mundo. Se le ha criticado por socavar los cimientos democráticos y fomentar el nacionalismo religioso que ha puesto al desnudo la política identitaria y el peligro a la libertad de culto. Por ejemplo, frente a la violencia contra los musulmanes durante los disturbios de Gujarat de 2002, siendo él gobernador, y la más reciente ley de Enmienda de Ciudadanía que facilita el derecho a solicitar la nacionalidad india a grupos de inmigrantes no musulmanes provenientes de Pakistán, Bangladesh y Afganistán. A ello se le suma un deterioro en la libertad de prensa y los derechos humanos reportada por organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras en casos de arresto, censura e intimidación a periodistas y activistas que critican al gobierno, frente a la apabullante cobertura mediática centrada en sus discursos, logros, y actividades para construir una imagen pública que resalta su liderazgo y conexión con el pueblo. Un culto a la personalidad que se deja ver con su rostro y nombre impreso en la constancia de vacunación contra el Covid, y hasta en la construcción del estadio de cricket más grande del mundo, precisamente en Gujarat. Aunque algunos sitúen su gestión económica con un crecimiento sostenido del 6-7% como su principal logro, simplificando el sistema tributario del país, y el impulso al emprendimiento, manufactura e inversión, las desigualdades siguen siendo marcadas: una cuarta parte de la población analfabeta y un 12% viviendo en pobreza extrema. Paralelo a ello, la política exterior de Modi ha sido una guía para conocer su ADN geopolítico, campo en el que ha proyectado al país como la quinta economía del mundo y un líder entre el Sur Global reclamando voz y mejor representatividad internacional mediante la intención de ampliar la conformación del Consejo de Seguridad de la ONU en el que India, Japón, Alemania, Brasil y otros jugadores africanos consigan un asiento permanente. Además de proyectar poderío nuclear, militar y aeroespacial, busca equilibrar su relación con las grandes potencias bajo una política de autonomía estratégica. Esto se refleja en su acercamiento a Estados Unidos en su afán por posicionarse como contrapeso a China en el Indo-Pacífico, a través del Diálogo del Cuadrilátero (QUAD), y en Medio Oriente y Europa por medio del corredor económico, IMEC. Mantiene un diálogo permanente de seguridad con Beijing en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para combatir el terrorismo, extremismo y separatismo; así como en su relación pragmática con Rusia al no haber condenado la invasión a Ucrania beneficiándose de compras de petróleo barato y armas en menor medida. Todo ello con base a compromisos bi-minilaterales, pero con un lente multipolar puesto en su afán de posicionar a la India como potencia global.
No debe entonces extrañarse el hábil uso de Modi de la política exterior, pero también del denominado Sharp Power, una herramienta manipulativa para penetrar el ecosistema informativo con fines políticos, según Joseph Nye. Inclusive, resuena su política hacia Israel, habiendo sido el primer mandatario que viajó a ese país (2017) para profundizar la cooperación militar geopolítica. Una relación que se dejó ver cuando Modi condenó los ataques terroristas del 7 de octubre por parte de Hamás, pero que a su vez refuerza la creación del Estado palestino y el cese de hostilidades. ____ Nota del editor: Rina Mussali es Analista internacional. Asesora de la Junta Directiva del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). Síguela en X como @RinaMussali. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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